Salmos 133 – La bienaventuranza del amor fraternal:
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras;
Como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion;
Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.”
Habitar es ocupar un lugar donde nos sentimos confiados. Es la forma de ser y estar del hombre en el mundo, podríamos decir que habitar es lo mismo que vivir. Por lo tanto lo que se edifica es la vida del hombre.
Profundo concepto que abarca todas las dimensiones humanas, haciendo cumbre en lo espiritual. Habitar en la comunión íntima con Dios, con nuestra interioridad y con los otros. En ese orden aprendemos acerca del cuidado, la armonía y la madurez.
El Salmo 91:1 es como un bálsamo para todo nuestro ser, pues cuando estamos angustiados, comienza a fluir en nuestra vida «la paz que sobrepasa todo entendimiento» ( Fil 4:7) Es un antídoto perfecto contra la angustia y el miedo. «El que habita al abrigo del Altísimo», una expresión que transmite un sentido de cercanía o proximidad extraordinario.
En una sociedad crecientemente individualista, lo común es clasificar a las personas en grupos etarios y generar acciones específicas para cada uno. Siendo que el crecimiento y la pasión por vivir se encuentran en polos opuestos (y complementarios), o sea el intercambio intergeneracional.
Porque el Señor así lo dispuso, mi vida dedicada a la educación se desarrolló en esa interrelación permanente, lo que facilitó mi perspectiva, apertura y actualización en el devenir de los tiempos y las distintas personas con las que interactúo.
Los sanos vínculos transversales edifican en lo personal y en lo grupal configurando una red de formación y contención en espiral, que abarca todas las edades de la vida favoreciendo el desarrollo del pensamiento, las habilidades sociales y el flujo del amor -la pulsión de vida- y la comunión en el más alto grado: el amor ágape.
Ese logro constituye un cofre de tesoros invaluables que proporcionan múltiples beneficios a los distintos grupos etarios, como por ejemplo transferir conocimientos y experiencias entre distintas generaciones, conocer nuestra historia contada por sus protagonistas, facilitar el aprendizaje de nuevas tecnologías cuando se comparte con jóvenes o adolescentes, promover el conocimiento emocional de las diferentes fases de la vida, refutar los estereotipos asociados a cada grupo de edad.
La enumeración no es exhaustiva, son algunos aspectos de una trama de sostén, circulación, vida, fuerza, identidad y pertenencia. Las raíces y las alas, necesitamos ambas para cultivar la armonía y avivar el fuego espiritual en las relaciones interpersonales y en el propósito al que cada uno es llamado en la Obra del Señor.
Estamos comenzando un nuevo año de actividades congregacionales, de servicio interno expandido a la comunidad y al mundo.
Es muy visible e imperiosa la urgencia de interactuar juntos en armonía, con alegría. Solo así lloverá bendición de eternidad mientras transitamos nuestro camino en esta tierra evangelizando.
Apropiándonos de las palabras del Apóstol Pablo al iniciar cada una de sus epístolas, digamos «Gracia y paz» para saludarnos en fraternal amor.
¡¡Dios nos guíe!!
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