La Biblia define a Dios de este modo: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). No solo ama, sino que es esencialmente amor. Dicho de otro modo, no puede ser Dios sin amar.

 

¿Qué significa que “Dios es amor”? Cuando los seres humanos hablamos de amor, solo podemos hacerlo pensando en alguien conocido que nos parezca amoroso. A partir de ahí, le transferimos a Dios esas pasiones humanas. Pero Él es un Ser que no necesita de nada ni de nadie, que está completo en sí mismo. Por eso Dios no ama al modo humano sino de un modo único. Dios ama al modo de Dios.

 

Él es amor porque Padre, Hijo y Espíritu Santo se aman de manera eterna y recíproca. Sin embargo, por amor, decidió crear seres (nosotros) que tienen entre sus posibilidades la de volverse contra su creador. ¡Eso es amor! ¿Nosotros crearíamos a alguien así? ¡Seguramente, no! De hecho, la humanidad incluso teme a la inteligencia artificial, su propia creación, porque podría llegar a volverse contra los mismos humanos.

 

Este amor es el que hace a Jesús amar a los discípulos hasta el final. Por eso, la realidad de ese amor condujo a Jesús a una cena deseada, porque los amaba hasta lo sumo.

 

En Lucas 19:10 se afirma que “el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido”.

 

No vino a buscar a los mejores, a los santos o justos, sino a los pecadores perdidos.

 

La palabra griega que la Biblia utiliza para referirse al amor de Dios es agapao. También podría usarse el verbo fileo, pero la diferencia entre ambas es que agapao implica un amor sacrificial de alguien que está dispuesto a darse a sí mismo por amor al otro.

 

En 1ª Timoteo 1:15, Pablo nos cuenta su testimonio personal al decir: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. Resulta muy alentador ver cómo una persona tan difícil como Saulo de Tarso, luego de su encuentro con Jesús y posterior discipulado, es transformado de tal modo que puede decir estas palabras. ¿Te alienta saber esto?

 

Jesús invita a sus discípulos a una última cena. Ellos no son los mejores, de hecho, parecen todo lo contrario. Pero Jesús los ama hasta lo sumo, por eso la cena es una invitación de amor, gracia y misericordia.

 

En ella, nadie queda excluido. Dios ama a todos porque todos estamos en la misma condición, perdidos, desobedientes, injustos, rebeldes. Pero Jesús no rechaza a ninguno. Él quiere invitarnos a la mesa de Su comunión, a disfrutar de Su compañía.

Acerca del Autor

Samuel Perez Millo
Samuel Perez Millo
+ posts

Pastor de la Iglesia Evangélica Unida, de Vigo, España desde el año 1981.
Licenciado en Teología, Master en Cristología, Master en Espiritualidad Trinitaria, por el Instituto y Seminario Bíblico Evangélico.
Profesor en varias instituciones académicas de teología.
Escritor de más de 50 libros de estudio bíblico, autor del Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento en 19 volúmenes.
Expositor, participando en conferencias en Hispanoamérica, EE.UU., Australia, Europa.