“También ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual…” (1° Pedro 2:5)

El apóstol Pedro combina en este pasaje nuestra condición  firme al ser llamados piedras, con  el dinamismo de estar vivas. Eso somos, extraordinaria creación. Las piedras soportan el impacto del viento y el agua sin perder su dureza natural, y sostienen a pesar de los cambios que sufren. Esta doble condición las vuelve indestructibles, auténticas. ¡Y nosotros somos llamados piedras vivas! La pregunta es: ¿vivimos y actuamos como tales?

Hay tres errores en los que podemos advertir la pérdida del sentido de tal condición: la timidez, que nos lleva a evitar darle a la vida aquello que tenemos para ofrecerle; la impostura, que hace que nos convirtamos en lo que no somos; y la pereza, que no nos permite tomarnos el tiempo para discernir.

Es un desacierto no brindar a la vida todo aquello que tenemos para dar. Por miedo,  desconfianza o exceso de comodidad no desarrollamos nuestros dones, y quedamos detenidos en un estado de cuestionable confort que puede perjudicarnos más allá de lo que somos capaces de ver. Necesitamos cultivar lo que poseemos, generar escenarios para desarrollar nueva vida, nuevos servicios.

En la impostura, intentamos ser lo que no somos y creamos una identidad y un personaje ficticios, creyendo que con ciertas máscaras y poses obtendremos más rédito personal o capital social en el mundo y en la iglesia. ¡Nos olvidamos que nuestra identidad está en Cristo ( Ef.2:10)! ¡Cuántos de nosotros nos hemos camuflado en personajes para conseguir supuestos beneficios y nos quedamos presos de esos disfraces olvidando quiénes somos en realidad!

Error de vivir sin atención y sin conciencia. No nos tomamos el tiempo necesario ni hacemos el esfuerzo suficiente para sostener la práctica fundamental del discernimiento. Estamos distraídos en la vida, transformamos cada experiencia en algo tedioso y pasamos el tiempo  cumpliendo como autómatas, tareas y roles que van minando nuestro mundo interior y nuestras fuerzas. Piedras que están muertas…

“Hacer lo posible, es hacerlo posible”, parece un juego de palabras, pero en realidad es un cambio de perspectiva  acomodando la frase a una nueva forma.  Si respondemos que estamos haciendo lo posible o hicimos  lo que pudimos, suena insuficiente. ¿Acaso no debería darnos paz saber que hacemos lo que podemos?  Si nos atrevemos a cuestionar frases heredadas, hay movimientos internos que empiezan a hacerse posibles.  Piedras que están vivas…

Todo puede empezar a ocupar un lugar diferente a nuestro alrededor y hacia adentro de nosotros mismos, pues tenemos imaginarios limitantes y muy establecidos. Las palabras crean realidad y ordenan lo que somos capaces de ver, sentir y experimentar. A veces cierran posibilidades, pero si las sabemos usar con conciencia, nos habitan también un sinfín de nuevas expresiones para ir a buscar aquello que existe y aún no podemos nombrar. Entonces un   nuevo tiempo de edificación de la casa espiritual  será posible en la vida de cada uno que lo necesite.

Recorreremos largos y extenuantes caminos para retornar al origen de lo que siempre supimos, pero habremos regresado a ese punto de inicio transformados y con la certeza de la misión cumplida. Entonces seremos convocados a nuevas misiones que ahora realizaremos desde una nueva conciencia.

Somos hijos de Dios. Nuestra identidad está en Cristo. Eso nos da un propósito, fortaleza y un camino de vida, el cual no está exento de dificultades y desafíos.  Para esculpir la piedra viva que somos y edificar la casa espiritual, recordemos Gálatas 5:1: “Estén firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estén otra vez sujetos al yugo de la esclavitud”.

¡Que así sea!

Acerca del Autor

Olga de Pedernera
+ posts