Domingo a la tarde, otoño nublado. El sol se asoma tímidamente en medio del celeste y blanco, dándole al cielo ese tinte de bandera argentina.

Como Iglesia que se abre al barrio vivimos una tarde histórica: celebración de la Palabra, evangelización y conmemoración del Primer Gobierno Patrio en aquel 25 de mayo de 1810. Nuestro acervo nacional, enmarcado hoy en la universalidad del mensaje de JESÚS: VERDAD Y LIBERTAD.

Las niñas y adolescentes que reciben con sus trajes de época, los saludos y algarabía entre los hermanos, las visitas recibidas amablemente. Chocolate calentito, los tradicionales churros y el mate ambientan el encuentro festivo.

Una congregación abierta extendiendo el evangelio; tertulia situada para hablar de libertad.

Acordes del folclore argentino suenan en canciones cristianas, se respiran los aires de las Buenasb Nuevas expandiéndose. Desde los mayores hasta los niños participamos en una integración transversal que muestra los valores evangélicos, de familia y comunidad.

Escuchamos de los acontecimientos que encuadraron los comienzos de nuestra Patria terrenal, disfrutamos los alimentos deliciosos en  amena camaradería y luego el mensaje evangelístico: pan de vida y agua de la fuente divina. Dar a conocer la verdadera libertad en una invitación a abandonar la esclavitud del mundo, romper cadenas y conocer la promesa de la Vida Eterna en nuestra Patria Celestial.

Dos expresiones de Jesús sustentan el mensaje:

Yo soy el pan de vida; el que a mí viene no volverá a tener hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.”  (Juan 6:35)

Presente para satisfacer a toda alma anhelante, el gran “Yo Soy” es el alimento verdadero y eterno. Por lo tanto, la libertad que celebramos como nación está precedida por la LIBERTAD superlativa, inmortal que JESUCRISTO conquistó para nosotros en la Cruz. Solo debemos creer.

“Si ustedes obedecen mis enseñanzas serán verdaderamente mis discípulos y conocerán la verdad y la verdad los hará libres.” (Juan 8: 31-3)

Quiera Dios que quienes gozamos de la bendición de ser sus hijos, seamos conscientes cada día de la Gran Comisión: propagar el evangelio en nuestro barrio, en nuestra ciudad y en cualquier lugar del mundo donde Él nos envíe. Por Su Gracia somos ciudadanos del cielo y ciudadanos de un país libre, vivamos como tales manteniendo la visión  aplicada en la misión a la que fuimos llamados, para que más almas conozcan a Jesús y su Obra redentora en la Cruz. 

¡Bendecido Día de la Patria!

Acerca del Autor

Olga de Pedernera
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