LA PROFUNDIDAD

Determinar la cuarta dimensión de una cosa por el término “profundidad”, es considerarla como estando debajo de uno mismo.  Es necesario bajar la mirada para contemplarla. ¡Qué glorioso misterio! Las infinitas dimensiones del amor divino no permiten  calcular sus límites cuando vemos humillarse al que, siendo Dios mismo, ha llegado a ser hombre y, como tal, se humilló hasta la muerte de cruz. ¿A qué abismo bajó El cuando declara: “Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas han pasado sobre mí” (Salmo 42:7). Al soportar de parte de su Dios el juicio que merecían nuestros pecados, El pagó por nosotros y “llevó El mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero”.

Al expresar el dolor de su alma ante Dios, también dice por boca del salmista “Me ha puesto en hoyo profundo, en tinieblas, en lugares profundos. Sobre mí reposa tu ira, y me has afligido con todas tus ondas”. Y ruega: “No me anegue la corriente de las aguas, ni me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca “ (Salmos 88:6-7 y 69:15)

Al considerar estas cosas, ¿permanecerá indiferente su corazón? Este amor insondable de Jesús. “al que muchas aguas no podrán apagar ni ahogarlo los ríos” ¿no tocará una cuerda sensible de su alma para impulsarle a declarar: El Hijo de Dios nos amó y se entregó sí mismo por mí “?  (Gálatas 2:20).

 

FUENTE:REVISTA ANTORCHA, Iglesia Evangélica Maranatha

Acerca del Autor

Olga de Pedernera
+ posts