“Señor, tú me has examinado y me conoces; tú conoces todas mis acciones; aun de lejos te das cuenta de lo que pienso.”  Salmo 139:1-2

Al estudiar la Biblia, tenemos la oportunidad única de leer un libro con la guía del propio autor. Porque el mismo Espíritu de Dios que inspiró a los escritores sagrados para escribir su Palabra, es el que nos guía a nosotros cuando leemos con fe el testimonio bíblico.

Lo mismo acontece en nuestra vida cuando la transitamos orientados por el Espíritu Santo y bajo la supervisión de Aquel que nos la dio. Privilegios de los hijos de Dios sujetos al propósito para el que fueron creados.

“Antes que te formase en el vientre  de tu madre, te conocí y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.”

Jeremías 1:5

¿Quién nos conoce mejor que el que nos creó? ¿Quién mejor para restaurar algo que se ha dañado, que aquel  que lo hizo?

Por eso Él salvó a su pueblo del mar (Éx. 14:29) y lo acompañó en la  nube y en la columna de fuego (Éx. 13:21), le dio el pan (Éx.16:35), el agua de la vida (Éx. 17:6) y todas las promesas de un mayor don (1 Corintios 1-4). El mismo que nos dio la vida, nos da la nueva vida en Jesucristo y es el que nos guía en el camino con su Espíritu Santo, para que vivamos para lo que fuimos creados.

Para honrar y cumplir los mandatos, debemos nosotros conocer a nuestro Dios en una comunión profunda de estudio, oración y vida práctica. Son tres los pilares del crecimiento:

  • Lectura personal y disciplinada de la Palabra de Dios. (Juan 5:39)
  • Tiempo de oración, silencio y contemplación. (Colosenses 4:2)
  • Actitud de servicio, en humildad y obediencia. (1 Corintios 15:5)

Dios nos examina a diario, nada permanece oculto ante Él y llegará el día en el que rendiremos cuentas. Por lo tanto, no nos distraigamos con cosas vanas, mantengámonos enfocados en el Señor con diligencia y esperanza, desde el silencio interno que nos habita. El tiempo es breve y nuestra vida terrenal, fugaz.

“El hombre, como la hierba son sus días;

Florece como la flor del campo,

Que pasó el viento por ella, y pereció,

Y su lugar no lo conocerá más.”

Salmo 103: 15-16

¡Maranatha hermanos! Estemos preparados. ¡Amén!

Acerca del Autor

Olga de Pedernera
+ posts