LA LONGITUD

Con amor, bastante ancho como para abarcar a todos los hombres, se extiende tan lejos como pueda hallarse el pecador. Este, instintivamente, tiene miedo de Dios, teme su mirada. Dios le alcanza en todas partes, en los confines del mar, tan lejos, como retrocede el horizonte, como halló a Adán escondido detrás de los árboles del Edén. Lo hace porque quiere el bien de su criatura, porque es amor. La buena nueva de la paz es proclamada en todas partes. “Paz, paz al que está lejos y al cercano” (Isaías 57:19). La voz del Evangelio ha salido por toda la tierra “y hasta los fines de la tierra”. Nadie está tan alejado de Dios como para haber perdido el derecho a su gracia. Aunque estuviese moralmente en el lejano país del hijo pródigo, el pecador debe prestar  atención a la divina Palabra.

 Por otra parte, si no hay límites en el espacio, ese amor no tiene límites en su duración. Dios es el mismo, inmutable en su amor. El corazón humano conoce sentimientos afectuosos que nacen en unas circunstancias y disminuyen o desaparecen en otras, Pero el corazón de nuestro dios no cambia nunca. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre” dicen sus hijos. Sus eternos consejos, desde antes de la fundación del mundo, tenían en vista la felicidad del hombre y preparaban el medio por el cual el pecado sería quitado.. “Dios quien nos salvó…según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada  en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”. (2° Timoteo 1:9)

Y cuando esta creación se haya acabado, el amor “que nunca deja de ser” resplandecerá aún en sus gloriosos efectos.

 

FUENTE:REVISTA ANTORCHA, Iglesia Evangélica Maranatha

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Olga de Pedernera
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