“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se espera debajo del sol tiene su hora.» Eclesiastés 3:1
Eran los primeros días de junio del presente año, cuando después del período de pandemia y los ajustes posteriores de la “nueva normalidad”, las mujeres de nuestra amada Iglesia volvimos a disfrutar de un retiro espiritual.
En colorido y alegre desfile llegamos al punto de encuentro, soleado paisaje en las sierras de Córdoba. Bandada de mariposas, ramillete perfumado, robles erguidos. Todas metáforas de las preciosas damas que prestas a compartir y recibir la Palabra, apartamos unos días buenos y deliciosos habitando juntas en armonía conforme al Salmo 133.
El capítulo 3 del Libro de Eclesiastés aplica al desarrollo del encuentro en consonancia con la importancia, comprensión y administración del tiempo en el propósito de la vida cristiana.
“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.” Salmo 90:12
Abrevando en este pasaje, quienes hemos sentido el llamado e iniciado el camino, transitamos con ansias la búsqueda del alimento espiritual para seguir creciendo y extender el evangelio inspirando a otras mujeres que no conocen a Cristo.
El tiempo, los días, los ciclos de la naturaleza se aplicaron al propósito vital de la mujer cristiana que se actualiza periódicamente en un movimiento espiralado, trascendiendo las generaciones.
Cada etapa: un momento que nos conduce a la meta y otorga la completitud y sentido a la existencia personal y grupal. Y ahí estuvimos presentes, mayores y jóvenes, baby boomers hasta generación Z, al decir del lenguaje actual.
Para abarcar las distintas franjas etarias y su función en el desarrollo esencial de la vida, la oradora ilustró el concepto con las estaciones de la naturaleza y los ciclos anuales.
En la paleta de colores del Creador la primavera es verde, lluvia, brotes, florecimiento. Tiempo de elegir la mejor porción, afirmar la identidad y anticipar escenarios futuros.
Verano es amarillo intenso del sol, tiempo de producción, la vocación, el trabajo, el matrimonio e inicio de la familia, la cúspide de la vida.
Otoño, el tiempo dorado y marrón. Hojas que caen y crujen abonando el suelo, tiempo de asentamiento. Dejar lo que no necesitamos y asomarnos al tiempo blanco del invierno, la generatividad de la sabia concentrada en los árboles. La desnudez que incuba los brotes de la próxima primavera.
Según atravesemos y concluyamos cada fase, será la calidad de la siguiente y el ensamble con las distintas generaciones, sobre todo las que nos suceden.
Fuimos acompañadas a mirarnos, a través de charlas, devocionales, oración, juegos, cantos y gratas tertulias. El grupo coordinador de mujeres jóvenes, fue un brillante ejemplo de preparación, integración y respeto.
Como mujer mayor, animo al grupo de vanguardia que avanza portando la antorcha, abriendo caminos y a nosotras,” las del invierno”, permaneciendo firmes como honrosa retaguardia que ampara y disfruta del servicio de un modo más reposado, contando los días como perlas preciosas que Dios nos regala a todas, para poner luz en el mundo.
“Hermanos, cada uno permanezca con Dios en la condición en que fue llamado “1 Corintios 7:24
Somos hijas, esposas, madres, abuelas y vuelve a empezar la ronda. Dios no llama a los perfectos, perfecciona a los llamados, andemos en integridad aprovechando el tiempo sin importar la edad que tenemos.
“Porque sol y escudo es Jehová. No quitará el bien a los que en integridad andan” Salmo 84:11
Lo que cuenta es permanecer oyendo la voz de Dios en su llamamiento santo, lo que dará a nuestra vida abundancia y significado que sólo se alcanza cuando en el Espíritu perseveramos, aún ante la adversidad.
Demos gracias por las horas sagradas que pudimos compartir. Ahora, proseguimos a la meta.
Sean bendecidas, victoriosas mujeres!
Olga de Pedernera