El Día del Padre es una fecha llena de emociones. Para algunos, es un día para celebrar la compañía de papá de manera especial: abrazos, regalos, palabras de gratitud. Para otros, como yo, es un momento para recordar a ese papá que ya no está. Su marca ha quedado impresa en nuestros corazones con tinta indeleble. Es probable que la vida de papá se haya convertido en una inspiración, en un ejemplo por seguir, en una huella que quisiéramos perpetuar en nuestros hijos.
Pienso en mi papá, ¡cuántos recuerdos memorables! Pienso en sus palabras de sabiduría, justas para cada momento; todavía parecen resonar en mis oídos. Pienso en su consejo de amor, que sigue presente y guiando mi camino. Pienso en sus reprensiones, que continúan enderezando mi andar. Pienso en su amor, tan abnegado. Pienso en su fe, el mayor tesoro que me pudo entregar. Sus momentos de oración, su tiempo de lectura, su temor a Dios; todo un equipaje que quisiera llevar conmigo todos los días de mi vida.
Sin embargo, este es también un día de reflexión. Para los que somos padres… ¿Cuál es mi mayor deseo para mis hijos? Para muchos será el legado de una fe genuina, la salvación verdadera en Jesucristo, un compromiso con Dios inquebrantable de por vida. Para otros, el deseo tendrá otros matices: una carrera profesional, una posición económica y social.
Tras dos años y medio sin mi papá, puedo afirmar con todo mi corazón que lo más valioso para nosotros, sus hijos, ha sido abrazar su fe y fortalecer nuestro deseo de seguir a Cristo más allá de toda circunstancia. Todo esto puede resumirse en las palabras del viejo coro: “He decidido seguir a Cristo. No vuelvo atrás, no vuelvo atrás”. Que este pueda ser tu deseo como papá. Pongamos nuestros esfuerzos en esta invaluable herencia que nadie podrá quitar de nuestros hijos.

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Muy lindo Daniela. Gracias!
Daniela, tal cual la descripción que hiciste de Pepe y hermosos los sentimientos que pudiste traducir en palabras. Dios plasme su legado en cada uno de sus hijos y nietos