«Todo fue creado por medio de Él y para Él.»

Colosenses 1:16

Durante el verano, Buenos Aires padece por lo general muchísimo calor. Se hace casi insoportable la vida. No hay respiro. Dormir, viajar en tren o en subte, cocinar, trabajar, usar la ropa, caminar, es un suplicio.

En esos días tan pesados no hay nada mas agradable que levantarse y ver que llueve. El aire se torna más liviano y fresco, se puede respirar. Como todas las mañanas de los últimos años voy a tomar el tren. Es la misma estación de siempre, el camino de siempre. Pero con la frescura de la lluvia se los ve distintos.

Sin darme cuenta iba cantando una canción que habla de una relación personal con Jesucristo:

Me dice que me ama y que conmigo quiere estar.
Me dice que me busca cuando salgo yo a pasear,
que ha hecho lo que existe para llamar mi atención, que quiere conquistar y alegrar mi corazón.

Y la vieja estación de siempre me pareció más linda. Había un túnel de árboles que protegía las vías, la lluvia había humedecido el piso y caía por entre las ramas, el viento fresco acariciaba mi cara y me daban más ganas de vivir. Jesucristo me decía que me amaba y que preparaba este día para mí. 

Es cierto que ayer, cuando me derretía caminando por las hirvientes calles, no lo pensaba y que es difícil ver la creación de Dios en medio de la jungla de cemento. Pero hay que darle la oportunidad. Dios hace cosas nuevas cada día y se esmera en darnos regalos diariamente. Pero vivimos tan apurados que no nos damos cuenta. 

Nos olvidamos de mirar y de agradecer, de percibir la mano de Dios en las cosas que nos rodean. No tienen que ser cosas necesariamente grandes y espectaculares.

Dios se manifiesta con su amor en las cosas cotidianas: el abrazo de un amigo, un mate bien rico, la felicitación por un logro, una noche estrellada, la sonrisa de tu hijo, un fresco vaso de agua, el beso de tu novia, un plato rico para  cenar, un llamado telefónico. Todo fue creado por Él y lo hizo por vos.

Dios quiere mostrarte cuánto te ama; como si la cruz no fuera suficiente, te lo demuestra en cada gesto diario. ¡Agradécele, solo tienes que verlo!

REFLEXIÓN – Dios te lo demuestra con claridad.

Acerca del Autor

Daniel Pérez Cliffe
+ posts