«Y Él les dio vida a ustedes, que estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.
Entre ellos también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados)» (Efesios 2:1-5).
REFLEXIONA: Imagínate que una mujer va al médico a un chequeo de rutina y allí se entera de que solo le quedan algunos meses de vida. Se sienta en la sala de espera con un millón de preguntas, ¡no lo puede creer, ella se siente bien! Entonces, se abre la puerta y el médico le dice: «lo detectamos a tiempo»; y le ofrece un tratamiento para erradicar su enfermedad.
Mientras brotan lágrimas de agradecimiento de sus ojos, ella le da las gracias. Si esa mujer no se hubiera enterado de su condición y no hubiera encontrado a alguien que la ayudara, la historia sería completamente distinta. Nosotras estamos en una situación mucho peor que la de esa mujer.
El ser humano no está simplemente afectado por el pecado, en realidad, está muerto y separado de Dios. Lo más horrible es que no tiene ningún medio para cambiar su situación.
La Biblia nos dice claramente que estamos muertas en nuestros delitos y pecados (Efesios 2:5), estamos en enemistad con Dios (Colosenses 1:21), somos hijas de desobediencia (Efesios 2:2), somos hijas de ira (Efesios 2:3) y estamos lejos de Dios (Efesios 2:13).
Toma un tiempo para leer cada uno de esos versículos bíblicos que te compartí previamente y permite que esas verdades se asienten en tu corazón.
Meditar en nuestra condición sin Cristo nos ayuda a mirar la cruz con sobriedad y gratitud. Ahí, Él nos ofrece con los brazos abiertos el rescate que tanto necesitamos.
Miremos con claridad nuestra necesidad de salvación para apreciar ese regalo que nos libra del dominio del pecado, de la culpa que pesaba en nuestros hombros, y de la muerte eterna.
RESPONDE: • ¿Estoy consciente de mi condición sin Cristo? • ¿Vivo agradecida por la salvación que Cristo me ha otorgado? •¿Estoy viviendo a la luz de la obra que Cristo hizo por mí en la cruz?
O R A : • Pídele a Dios que abra tus ojos para ver tu condición delante de Él a la luz de la verdad. • Dale gracias a Dios por haberte salvado aun cuando estabas muerta y separada de Dios. • Ora por tus familiares que no conocen a Cristo