Siempre me sorprendió el poder curativo de las caricias de una mamá.

Cuando ella se sienta en la cama junto a su hijo y lo acaricia con ternura, ¡pareciera que el dolor del nene desaparece automáticamente!

Científicos suizos descubrieron que las caricias mandan señales directamente al cerebro, las cuales amortiguan el dolor, fortalecen el sistema inmunológico y ayudan a combatir la depresión.

Uno de los momentos más tristes de la historia fue cuando Jesús padecía y soportaba el dolor en la cruz, sin recibir la caricia ni el abrazo del Padre que tanto necesitaba para aliviar su tormento.

Jesús gritó: Eli, Eli lama sabactani (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me desamparaste?) (Mateo 27:46).

Desamparar significa: dejar completamente. Dejar solo a alguien con un problema. Dejar atrás, apartarse. Dejar sin defensa. Dejar plantado a alguien. Soltar la mano. Abandonar. Dejar de abrigar. Dejar de abrazar.

¡Es estremecedor pensar que DIOS desamparó a su amado Hijo para ampararnos, abrigarnos y abrazarnos a cada uno de nosotros! ¡Cuánto amor! ¡Qué extraordinario!

Si queremos sentir paz, descanso, tranquilidad y alivio para todos nuestros dolores, ¡busquemos cada día una buena dosis de fuertes abrazos y reconfortantes caricias de nuestro querido Papá celestial!

Qué mimo para el alma es escuchar la voz de Dios diciéndonos: “voy a estar con vos, ¡NO TE VOY A DEJAR NI TE VOY A ABANDONAR!” (Josué 1:5)

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Ricky Bisio
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