«Dios mío, tú cumplirás en mí todo lo que has planeado hacer. Señor, tu fiel amor es para siempre…» (Salmo 138:8)

 

Se dice que los sueños “constituyen una manifestación de nuestros deseos.” En este sentido, tomar la cruz significa “no mi sueño sino el Suyo”, porque el diseño del sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros es mucho más grande de lo que jamás podríamos imaginar. ¡Nada ni nadie puede detener la fábrica de los proyectos de Dios!

A José se lo conoce como el gran soñador, al cual Dios reveló el maravilloso y feliz final que tendría su vida. Sin embargo, cuando analizamos su sueño NO encontramos la insondable cisterna desde la cual pedía clemencia a sus hermanos, ni los trece años que vivió como un esclavo, tampoco las mentiras de la lujuriosa mujer de Potifar que insistía en llevarlo a la cama, y menos aún los tres largos años que pasó en la cárcel. A pesar de todo, esto fue parte del proceso que transitó desde el fondo del pozo, hasta el palacio real.

Las aparentes “complicaciones” que padecemos en la vida, como la soledad en una profunda cisterna, la oscuridad de una fría celda, el dolor de una traición, la angustia por un engaño o la impotencia ante una mentira que interrumpen nuestra rutina, ¡son parte del proceso de Dios para llegar al cumplimiento de su propósito!

¡Qué alentador es saber que aunque el viaje parezca difícil e interminable, el Padre promete acompañarnos de principio a fin hasta concluir su elaborado y meticuloso plan! ¡Ningún detalle escapa de su control!

¡Abrazo grande! Riki.-

Subí el volumen y no dejes de disfrutar esta hermosa canción!

¡Él es un Dios creíble!

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Ricky Bisio
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