Durante su peregrinaje en este mundo, nuestro Señor Jesús nos mostró y enseñó que Él era manso y humilde de corazón para que siguiésemos sus pisadas.
Muchas veces recalcó la necesidad de un espíritu humillado ante Dios para poder estar en sintonía y sujeción a Él. En uno de esos momentos de su vida, puso como ejemplo de esta virtud a los niños que estaban alrededor.
Esta poesía escrita hace muchos años, surge de las palabras dichas por Jesús en aquella ocasión.
Si no os volvéis como niños…
Repite mi corazón
esas benditas palabras
que dijera mi Señor,
cuando aquellos pobres hombres
no entendían de su acción
de bendecir a los niños
que estaban alrededor.
¿Cómo un niño? ¿Qué me habla?
Humildad de corazón,
una vida sin dobleces,
sinceridad con amor.
No hay enojos permanentes
se muestra tal como soy.
¿Necesito de una mano
que sostenga de la mía?
No lo oculto, no hay orgullo
que cubra mi débil vida.
Como un niño, así quiere
Cristo que el hombre le acepte,
deponiendo sus caprichos,
de altivo, grande, rebelde.
Y entregándose en los brazos
de Aquel que pasó la muerte,
sufriendo hasta lo indecible,
para que a su reino entre.