Durante la Primera Guerra Mundial, un «enemigo invisible» y no menos mortal que las bombas y los disparos de fusiles, fue el PIE DE TRINCHERA, quien causó la muerte de miles de soldados como consecuencia de andar con los pies húmedos y fríos dentro de la trinchera.

El proceso comenzaba con una picazón y la inflamación de los dedos de los pies, produciendo heridas que se convertían en úlceras sangrantes que daban paso a la gangrena del miembro; en esta instancia, el soldado ya sufría dolores terribles y fiebres muy altas, y si no moría antes, «la solución» era la amputación del miembro afectado.

Lo curioso de esta letal infección que aparecía casi imperceptiblemente, era que atacaba tanto a los soldados ACTIVOS, ¡como a los que estaban DORMIDOS! A los que estaban ALERTA frente al posible ataque enemigo, ¡como a los que estaban PARALIZADOS!

Pero… ¿Cuál era la verdadera solución? ¡La llegada del MÉDICO a la trinchera! Él era quien podía detectar la infección antes de que se manifestara y dar el tratamiento oportuno para la cura.

No importa si sos un Soldado activo en la obra de Dios o un Soldado paralizado por las circunstancias, la tristeza o el desánimo; lo que SÍ importa, es que hoy, en medio de la batalla que nos toca vivir, le pidamos al MÉDICO del Ejército del Dios viviente que perdone nuestros pecados y sane TODOS nuestros dolores.

¡Dejemos que Él tome el control de la trinchera y trabaje en lo más profundo de nuestra
vida!

Él perdona todos mis pecados y sana todas mis enfermedades. (Sal. 103:3)

¡Abrazo grande!

Acerca del Autor

Ricky Bisio
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