“Será como refugio del viento y resguardo de la tormenta; como corrientes de agua en el desierto y sobra de una gran roca en tierra reseca.” Isaías 32:2

No solo puedo ser una corriente de agua en el desierto, sino que puedo ser como una gran roca que da sombra, algo permanente que se eleva en una tierra reseca.

Dios es la Roca. David le dijo a Dios que lo amaba por ser su Roca (Salmo 18:1-2). Él sabía que podía confiar en la permanencia, fortaleza eterna y firmeza de Dios, su Roca, como un refugio para su frágil naturaleza humana.

Este era uno de los temas favoritos del Rey David, quien vivió gran parte de su vida en el terreno rocoso de la Tierra Santa. Cuando fue perseguido por sus enemigos, corrió a las grietas y a las cuevas en busca de refugio. Podía confiar en que las cuevas iban a estar en el mismo lugar siempre. Le parecían eternamente confiables.

“Te amo, Señor, tú eres mi fuerza”, cantó David. “El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi salvador; mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección” (Salmo 18:1-2). Todos necesitamos una protección así en nuestra vida.

Necesitamos recostarnos y encontrar granito firme que nos sostenga. Aveces debemos encontrar una grieta en la roca para ocultarnos de nuestros enemigos. El profeta Isaías nos dice que cuando nuestra Roca es el Rey, nosotros somos como la sombra de la Roca para otras personas. Un lugar acogedor, fresco e ideal para sentarse a descansar en un día caluroso.

 ¿Nos ven otras personas a ti y a mí como sombras de nuestra Roca en tierra reseca?

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J. Briscoe
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