Navidad es una época que nos invita a reflexionar en tres aspectos fundamentales de la vida cristiana: la fe, la esperanza y el amor; pues muchas veces se deposita la fe de manera equivocada en alguien o algo, llevando a perder la esperanza y defraudando al amor.
Los creyentes sabemos que la Navidad tiene un significado muy especial, pues se celebra el nacimiento del Salvador. Este día es una buena oportunidad para compartir, además de su nacimiento, también de su obra, muerte y resurrección.
Y es que es necesario aprovechar y hablar de Jesucristo y las buenas nuevas de salvación que en Él se tienen, debido a que en medio de tanto festejo se puede confundir la verdadera fe, la verdadera esperanza y el verdadero amor.
Muchos depositan su fe (creencia profunda), en personas, cosas o ideales, pero la Biblia nos enseña que la fe que Dios quiere es en su Hijo Jesucristo, pues Él es el autor y el consumador de la fe y sólo en Él se tienen salvación, perdón de pecados y vida eterna.
La esperanza (expectativa futura), muchas veces se pierde por haber depositado la fe de manera incorrecta. Si colocamos nuestra fe en Jesús, debemos tener la certeza de que nuestra esperanza no será defraudada, porque en Él sus promesas son sí y amén (2 Corintios 1:20).
La fe correcta siempre nos llevará a Jesús, en quien encontraremos esperanza y sobre todo amor, pues al creer en Él y recibirle, su amor es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
Que el amor de Dios se convierta en el impulso y motivo de nuestra vida. Que nos permita, en esta Navidad, compartir de Jesús, para que la fe crezca, renazca la esperanza y el verdadero amor se encienda en el corazón de los hombres.

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (1 Corintios 13:13)

 

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Majo Solís
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