Primeramente diremos que nosotras podemos hacer lo bueno pero no ser “buenas” en sentido absoluto, solo Dios lo es. Y eso lo comprobamos y lo vemos todos los que nos refugiamos en Él.

Pero nosotros los humanos somos falibles. Leyendo en 2° Crónicas  la vida del rey Josafat, vemos un ejemplo de esta infalibilidad. Josafat, rey de Judá,  se había hecho rico y famoso; dice la Palabra que el Señor estuvo con Josafat porque siguiendo el ejemplo inicial de su padre no buscó a los baales, que eran los dioses paganos. Pero en determinado momento, hace alianza con malas personas y desobedece a Dios.

Aunque Dios por medio del profeta le manifiesta su enojo por su actitud, no olvida sus obras buenas y le dice:

“…¿Cómo te atreviste a ayudar a los malvados, haciendo alianza con los enemigos del Señor? Por haber hecho eso, la ira del Señor ha caído sobre ti. Pero hay cosas buenas a tu favor, pues has quitado del país las imágenes de la diosa Asera, y has buscado a Dios de todo corazón» (2° Cr.19:2-3)

A pesar de nuestra naturaleza caída tendiente a lo malo, Dios nos pide que procuremos hacer lo bueno: “Los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras”. (Tito 3:8) Él nos da el poder de Su Espíritu Santo para hacerlo. Es necesario meditar y replantearnos permanentemente si estamos haciendo lo bueno.

Dice el profeta Jeremías: “Deténganse en el cruce y miren a su alrededor, pregunten por el camino antiguo, el camino justo, y anden en él. Vayan por esa senda y encontrarán descanso para el alma” (Jer.6:16)

El buen camino no es aquel que a mí me parece bueno, sino el que Dios llama bueno. «¡Ay de aquellos que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!» (Isaías 5:20-21) “Maldecirán los pueblos y despreciarán las naciones a quien declare inocente al culpable” (Proverbios 24:24)

No oponernos al que procede mal no es bondad sino permisividad. A veces no es prudente una reprensión manifiesta, pero sí una posición firme tomada frente a la persona sobre la cuestión.

Vamos a mencionar algunas cosas que Dios nos dice que son buenas y agradables a Él, por ejemplo:

Que hagamos oraciones pidiendo, rogando y dando gracias por todos los hombres y por las autoridades para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad (1° Timoteo 2:12).

A nosotras mujeres, se nos dice en especial que es de gran estima delante de Dios que tengamos  un espíritu afable y apacible (1° Pedro 3:4).

Y algo que tal vez tendríamos que poner en práctica más que nunca: “…bueno es esperar en silencio la salvación de Dios” (Lamentaciones 3:21) Cuando las cosas son difíciles y el cambio no depende de nosotras, esperemos en silencio Su salvación, confiemos en que Él va a obrar.

¡Abrazos Virtuales para todas!

Acerca del Autor

Raquel Vázquez
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