“Entonces el rey David dijo a Ornán: No, sino que efectivamente la compraré por un precio justo; porque no tomaré para Jehová lo que es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste”  1 Crónicas 21:24

David había metido la pata nuevamente. Había hecho un censo del pueblo, aunque su fiel general Joab le había recordado que Dios prohibía ese tipo de prácticas, por lo que Dios había enviado una peste que estaba matando a los israelitas de a miles.

Tres días de peste habían hecho estragos, hasta que el ángel de Jehová se detuvo en la era de un hombre. Cuando avisan a David de los acontecimientos, él va rápidamente al lugar y ve al ángel de Jehová con su espada desenvainada esperando la orden de Dios para avanzar y seguir destruyendo. Frente a esta situación y arrepentido de corazón, David ruega por perdón y se prepara para ofrecer un holocausto a Dios.

El dueño del campo, entendiendo la situación, le ofrece al rey los bueyes con los que estaba arando para el sacrificio, el arado para la leña y el trigo para la ofrenda de paz. Este hombre generoso sabía que había que ofrecer a Dios lo mejor, por lo que lo entrega de todo corazón.

Pero aquí el rey David tiene una actitud para imitar: se hace cargo de su error.

Reconoce su pecado y no acepta el regalo que Ornán le ofrece para satisfacer a Dios, sino que paga un justo precio por el campo y por los animales. Porque no quiere ofrecerle a Dios un holocausto que no le cueste nada.

Él sabía que había cometido un error y se hizo cargo de las consecuencias de sus actos. Tomó su responsabilidad y la cumplió. Esto tuvo un costo, y fue responsable para pagarlo.

Vivimos en tiempos demasiado livianos, donde no nos hacemos cargo de nuestras responsabilidades. Parece que podemos faltar a la palabra que damos sin consecuencias. Que podemos fallar en lo que prometemos sin problemas. Que no hay efectos colaterales por nuestras equivocaciones. Que todo está bien. Pero no es así.

Dios nos manda a ser responsables. A ser buenos trabajadores y buenos estudiantes. A ser buenos padres y buenos hijos.

A ser buenos ciudadanos, aunque nadie nos esté mirando. A ser fieles y eficientes aunque estemos solos. ¿Lo estás siendo?

REFLEXIÓN –La responsabilidad tiene un costo que hay que pagar. 

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Daniel Pérez Cliffe
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