La voz de mamá era muy dulce, siempre le gustó cantarnos. Yo fui la segunda de los cuatro hijos, y siempre me apasionó su voz… porque no perdía oportunidad de usarla para contarnos del amor de Dios cada noche, enseñándonos a  orar antes de dormir, y a cada momento del día si le era posible cantar…

Tenía una voz muy dulce mamá… También le encantaba escribir y recitar poesías… hace poco encontré una que escribió hace tiempo, y se las comparto en este día en que agasajamos a las madres. Yo recuerdo con mucho amor a la mía, alentándome una vez más a seguir su ejemplo.

 

 

La vida se va tan de prisa,

que quiero en mis puños tomarla,

y hacer en el tiempo que queda,

las cosas debidas y santas.

 

Los hijos crecieron, aquellos,

llevaron de mí toda el alma.

Esfuerzos de joven muchacha

que en Dios desde niña confiara.

 

Consejos, cuidados, cariños,

tratamos que no les faltaran.

Con faltas, seguro, se entiende

¡espero que sean perdonadas!

 

No sé que será del futuro,

cosecha de cosas pasadas.

¡Señor que no sea lo mío,

trabajo, tan solo, hojarascas!

 

Deseo por la gloria tuya

mis obras no sean cosa vana,

mis hijos siguiendo tus pasos,

como otros que serví en tu causa.

 

Concede Señor a tu sierva,

por mérito propio, ¡no alcanza!

Sino por gran misericordia,

que de tu persona derramas.

 

La vida se va tan de prisa,

que quiero en mis puños tomarla.

Y hacer en el tiempo que queda,

las cosas debidas y santas.

 

Raquel Vazquez de Campilongo, mi mamá

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