Las letras chinas del menú de un restaurante le gustaron por su forma y color; aunque no sabía el significado, estampó una camiseta con ellas y durante mucho tiempo estuvo luciéndola… hasta que un día, un amigo que hablaba chino le contó lo que decía su estampado: “Barata pero buena”. ¡La muchacha se había estado ofreciendo al mejor postor, sin saberlo! Cosas que nos suceden cuando adoptamos costumbres sin entenderlas. Algo así nos está sucediendo con Halloween.
Las fiestas que celebramos reflejan quienes somos e influyen en nuestros valores.
La infiltración indiscriminada de diversos usos y costumbres bastan para atacar y hasta destruir la identidad de un pueblo. En los últimos tiempos hemos experimentado una apropiación – algunas veces voluntaria y otras impuesta- de fiestas como Halloween, que pugnan por instalarse en las sociedades latinoamericanas.
Pensemos un poco
Solo se celebra a lo que se admira o se quiere. No hay nadie que celebre un día dedicado a su enemigo. Solo los nazis celebran el nacimiento de Hitler. ¿Sería lógico que los judíos también lo hicieran? Halloween en realidad no es una fiesta, sino un culto, o mejor dicho, un honor al mal.
No debemos permitir que Halloween sea un pasatiempo inocente para nuestros niños. Tenemos la responsabilidad de cuidarlos, por lo tanto es conveniente mantener a nuestros hijos a prudente distancia de esta celebración que, si bien hoy parece divertida, puede llegar a ser una puerta a prácticas perversas y de oscuridad. ¿Es sano promover el miedo, el terror y lo oculto? ¿Qué valores estamos transmitiendo?
Jesucristo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas” (Juan 8:12)
Todos elegimos. Debemos elegir entre lo bueno y lo malo, entre la luz y las tinieblas.
Una vez más… pensemos.
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