El Mar Rojo

El Mar Rojo tiene un área total de 450.000 km2, llegando a medir 2.200 km de largo y alcanzando una profundidad media de 490 m, aunque su punto más profundo se encuentra a 2.130 m. bajo el nivel del mar.

Sobre el origen del nombre de este mar, hay varias teorías, que no vienen al caso. Pero sí debemos decir que la explicación más deslumbrante y fascinante proviene de la obra del Pintor Divino: cuando el sol se está poniendo, sobran las palabras, no se necesita ninguna explicación, ninguna otra teoría, el mar se ve de color rojo. Esto se debe a que el Mar Rojo sirve de espejo y sobre sus aguas se reflejan las montañas desérticas y de color rojizo ubicadas en el costado oriental (Jordania).

En este escenario geográfico real, que existe aún en la actualidad, Dios realizó una de sus grandes proezas y maravillas. El milagro de Dios tal vez más conocido por la mayor cantidad de seres humanos.

“Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen.” (Éxodo 14:15)

El pueblo de Dios estaba puesto en una situación apremiante. Detrás el aguerrido ejército egipcio, armado hasta los dientes; delante el tumultuoso y profundo Mar Rojo. A las espaldas, la muerte segura a filo de espada; al frente el profundo Mar Rojo como sepulcro. Es en esta situación crítica

cuando Dios con voz clara y potente se hace oír: «¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen.”.

Los hijos de Dios hicieron lo suyo: MARCHARON. Y Dios hizo lo suyo: El Mar Rojo se volvió en seco y el pueblo amado de Dios lo pudo cruzar. No así sus enemigos, que quedaron sepultados por las aguas.

Así obra Dios a favor de sus amados. Los cristianos podemos pasar por momentos difíciles, críticos, pero aún en esos momentos debemos hacer lo nuestro: Oír la voz clara y potente de nuestro Dios Todopoderoso y… ¡MARCHAR!

Hay momentos para clamar y momentos para marchar. ¡Marchemos en el poder de Dios, en las fuerzas que Él nos brinda generosamente!

El Omnipotente, no lo dudemos, hará también su parte de manera portentosa, salvándonos en forma milagrosa de la situación en que nos encontremos, y aún más: aplastando a nuestro enemigo, fuere quien fuere.

Que sea así en ti y en mí. Amén.

JMG’013 Reeditado y ampliado 12/2020

Acerca del Autor

José M. Goiburú
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