Helen Keller nació en Alabama, Estados Unidos el 27 de junio de 1880. Poco antes de cumplir dos años, padeció una enfermedad que produjo que perdiera la audición y la vista, por lo que perdió la posibilidad de aprender a comunicarse.

A los siete años, su maestra Anne Sullivan le enseñó a hacerlo deletreando palabras en la palma de la mano. Unos meses después, en base a su esfuerzo y superación, logró leer y escribir en Braile y, más tarde, con lápiz.

Luego de muchos años de esfuerzo estudiando con la ayuda de su maestra, Hellen fue la primer persona sorda y ciega en obtener un título universitario en Estados Unidos.

Poco antes de su muerte en 1968, a la edad de 87 años, le dijo a un amigo: «En estos oscuros y silenciosos años, Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día lo entenderé y entonces estaré satisfecha.»

Sin duda la vida de Hellen Keller es inspiradora para muchos, y nos hace reflexionar en cómo a pesar de las dificultades, la perseverancia al atravesar múltiples obstáculos le permitió obtener logros impensados.

Como creyentes, además de nuestra propia determinación, tenemos una ayuda superior que puede hace grandes cosas aun a pesar de nuestras debilidades.

¡Esa es la ayuda de Dios! El apóstol Pablo dijo “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Hoy también podemos decir lo mismo, sabiendo que Dios puede usar lo que hacemos, pensamos y somos, y aun a pesar de dificultades hacer maravillas en nuestras vidas.

No dudemos del plan de Dios ni dudemos de los talentos que tenemos. Dios tiene un plan perfecto y  las cosas que nos suceden se transformarán en pequeñas historias para contar las grandes cosas que Dios hizo en cada una de ellas.

Compartimos algo de la historia de Anne Sullivan, profesora personal de Helen.

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Fuente del artículo: Helen Keller, un plan de Dios perfecto