Continuamos hoy con la epístola de Santiago, y llegamos al capítulo 3. Este capítulo trata sobre el poder y efecto de la lengua, donde Dios también prueba nuestra madurez y fe.

La lengua es el arma más poderosa del mundo. Alguien ha dicho que si deseamos que nuestra lengua no cometa errores, deberíamos recordar cinco factores: a quién hablamos, de quién hablamos, cómo hablamos, en qué momento hablamos y dónde hablamos.

Así que teniendo en cuenta los peligros de la lengua, Santiago les dice a sus lectores que no pretendan ser maestros. Luego el versículo continúa advirtiendo a los que asumen esta responsabilidad, ya que cuanto mayores sean las oportunidades de exponer la Palabra de Dios, mayor será su responsabilidad ante Dios mismo.

Más adelante se habla de que nosotros podemos fallar con frecuencia en ofender y no hay ninguna excepción a esta regla. Siendo que cuando se puede controlar el ofender en palabra, se  ha alcanzado madurez.

Santiago usa la ilustración del caballo controlado por la brida y de los barcos controlados por el timón. Por lo que si alguien puede controlar sus palabras, puede controlar la totalidad de su cuerpo y, en suma, toda su vida.

Realmente la lengua puede implicarnos en problemas, y no debe quedar ninguna duda al respecto. Alguien ha tratado de subrayar la importancia de las palabras con las siguientes frases: «Una palabra descuidada, puede encender un conflicto; una palabra cruel puede destruir una vida. Una palabra amarga puede inculcar odio; una palabra brutal puede golpear y matar. Una palabra compasiva puede suavizar el camino; una palabra alegre puede iluminar el camino; una palabra oportuna puede disminuir la tensión; una palabra amorosa puede sanar y bendecir.»

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Escuela Bíblica IBEW
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