Lucas 17:11
En la época de Jesús, las distancias, sin importar que fuesen cortas o extensas, se recorrían a pie.
Jesús caminaba, caminaba mucho.
Jesús caminaba, pero no paseaba, no merodeaba, no iba sin rumbo, no andaba sin intención.
Podía llevarle tres días de camino llegar a una aldea, a una casa o a una persona, sin embargo, no dejaba de caminar.
Tendría que atravesar lugares desérticos y rocosos, soportar el calor del día y el frío de la noche, pero no dejaba de caminar.
En ciertos lugares podía no ser bien recibido y hasta incluso rechazado, pero aún así Él caminaba hasta allí.
Jesús no tenía un itinerario propio.
Su agenda estaba acorde a la agenda de Dios.
El Dios ilimitado que no puede ser contenido por el tiempo ni el espacio se limitó a ser como nosotros; y siendo como nosotros no se aprovechó de seguir
siendo Dios para tomar atajos, sino que CAMINÓ CADA KILÓMETRO para llegar a los que necesitaban Su amor.
Mientras Él caminaba la oscuridad retrocedía y el Reino de la Luz se acercaba.
Ninguno de sus viajes era en vano. Ninguno de sus viajes fue por mero placer.
Ninguno de sus viajes fue al azar.
Todos y cada uno de sus pasos tenían un propósito.
En aquella época era hermoso enterarse que Jesús estaba en camino, que ya llegaba.
Hoy en día es maravilloso saber que ya llegó y que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Jesús caminaba por amor. Seamos como Él, llevemos de Su amor en cada paso que demos.
A caminar se ha dicho ❤

(Basado en el libro devocional “Mates con Dios” de Henry Altare)

Acerca del Autor

Tomi Tamagnone
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