En la epístola a los Hebreos, el autor humano queda oculto; la razón es obvia, pues aquí se nos revelan las glorias del Hijo de Dios y cuando Él se descubre, todo lo demás se cubre” (Is. 6).
La primera palabra que encontramos es DIOS, pues Él es el verdadero Autor del libro y sólo Él puede descubrir a los corazones fieles que aman a su Hijo, las glorias de su Persona. Aquí nos concede una contemplación devocional del objeto que ocupa un lugar tan único en su propio corazón – Él nos revela la Persona gloriosa de su Hijo Amado. ¡Cuánto necesitamos esta clase de contemplación!
En la primera mención de Cristo nos lo presenta como Hijo: “nos ha hablado por el Hijo”. En el original no existe el artículo determinante. Él es “Hijo”, en toda la majestad y singularidad de su dignidad como tal. Notaremos en el versículo 3 que su título “Hijo”, exhibe un sentido amplio, profundo y de un elevado significado moral. Él no es uno de los hijos de Dios, sino su Hijo Unigénito.
Consideremos algo de su séptuple dignidad. “Heredero de todo” – como Hijo Unigénito, Él es Herederode todo; nadie más a su lado para reclamar parte de la herencia (ver Mt. 21:38), ni ángeles ni otro ser creado.
Él es, además, el “Hacedor del Universo” (v. 2). He ahí la explicación de su derecho como Heredero de todo. Él es el creador de todo y todo se mueve bajo su mano y dominio. “El resplandor de su gloria” – su propia refulgencia y resplandor.
Él es la emanación de la gloria de su Persona, en quien, por su sublime ser, aquella gloria se vierte a visibilidad, como el mismo fulgor del sol. “La misma imagen de su sustancia”. La palabra imagen es única en su uso aquí, y significa expresión(como en las monedas).
Él es la misma expresión de su esencia invisible. Dios se manifiesta en Él – Dios es visto en Cristo; Él es su imagen: “El que me ha visto, ha visto a mi Padre” (Jn. 14:9). “Sustentando todas las cosas” (v. 3) nos habla de su dominio y poder. Potencia que se manifiesta por su Palabra – lo que dice se hace. “Habiendo hecho la purgación denuestros pecados por sí mismo”. Por su sacrificio en la cruz quitó la vergonzosa mancha del pecado de la vista de Dios; “por sí mismo”, nos habla de su perfecta suficiencia como Redentor.
“Se sentó a la diestra de la majestad en las alturas”. “Se sentó”: ¡qué cabal y perfecta fue su obra redentora! “A la diestra”: ¡qué gloriosa es su posición actual! “De la majestad”: ¡qué ilimitado el poder que ejerce! “Alturas”: ¡qué segura la salvación que Él administra!
El Hombre glorificado en las alturas es el eterno Hijo de Dios, y es la maravilla del cielo y el objeto glorioso de los corazones de sus redimidos, que le ven coronado de honra y gloria.
“Agua Viva” Estudios, pensamientos, reflexiones: Jorge L. Mereshíán
Recopiladora Noemí Mereshián
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