El tema de la libertad de culto puede que sea hoy parte de las preocupaciones de muchos cristianos.

Conocer el origen de ese derecho resulta esencial para poder tener idea de cómo enfrentar este desafío.

La Edad Media fue una época en que la idea de la libertad estaba totalmente ausente.
El advenimiento de la Reforma, produjo un cambio. Los reformadores exigían el regreso a la Biblia, afirmaban que la única regla de Fe y conducta era la Biblia, que la salvación no derivaba en absoluto de obras, ceremonias, ritos o sacramentos sino de la gracia y Fe.

Los reformadores además volvieron a colocar a Cristo en el centro de la vida cristiana como único Salvador y Señor, y como único mediador entre Dios y los hombres. Estos hombres alzaron la bandera de la libertad religiosa y dejaron sus vidas para que esa libertad religiosa fuera reconocida. No lo fue en todas las naciones, pero sí en los lugares donde triunfó la reforma.

El 25 de septiembre de 1555 se firmó La Paz de Augsburgo, también llamada «Paz de las religiones», donde por primera vez se firmaba la libertad religiosa. En el tratado, Carlos V reconocía la existencia oficial de las iglesias luteranas y concedía a los príncipes el derecho de elegir qué religión adoptar. No así a los súbditos, quienes debían adoptar la religión de su príncipe o emigrar a otro Estado.

Lamentablemente, esta visión de libertad religiosa no impidió que muchos protestantes fueran perseguidos, pero lo cierto es que la reforma había obtenido su primera victoria en este terreno.

La reforma no se limitó a lograr la libertad religiosa sino que también impulsó el derecho a la educación. No se podía aceptar que la población fuera analfabeta.

El regresar a la Biblia y encontrar el texto maravilloso que está en el libro de Josué, “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8), les hizo entender que es imposible meditar en algo que no se puede leer.

Sin la reforma, nuestro mundo sería un universo carente de libertad.
La reforma impulsó volver a La Biblia como la verdadera Palabra de Dios, a la que hay que escuchar y obedecer por encima de tradiciones eclesiásticas y humanas.

En las páginas de la Biblia el ser humano encontró una libertad que no había tenido jamás y que le había sido negada a sangre y fuego.

Hoy seguimos teniendo muestras de que esta libertad ganada sigue siendo atacada y perturbada por el enemigo.

Oremos para que el Señor nos sostenga y ayude en toda situación difícil que nos toque enfrentar, “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).

Les compartimos un artículo para tengamos presente entre nuestros motivos de oración. 

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