Humanamente es muy difícil definir la verdadera felicidad. Es más que alegría, diversión o éxito. No es una experiencia exterior y superficial que se puede obtener con dinero o con cosas materiales. Muchas personas quieren y buscan la felicidad de diferentes maneras y medios, algunos quieren llegar a ella por riquezas, otros por fama y gloria…pero en vano, nadie puede obtener la felicidad con cosas pasajeras que ofrece el mundo.
Carlos V alcanzó en su vida lo que un hombre mortal puede apetecer en la tierra: honores, gloria, riquezas y un reino en que el sol no se ponía, mas al fin de su vida renunció a su corona diciendo:”Durante veinticinco años la llevé y ni un cuarto de hora tuve tranquilidad o felicidad”.
La verdadera felicidad es una virtud espiritual accesible para todos. Es el resultado de una experiencia espiritual accesible para todos. Es el resultado de una experiencia interna que Dios nos da cuando tenemos una fe viva en Cristo Jesús. Él nos transforma, nos da una nueva actitud hacia la vida. Luego, nosotros pensamos y planeamos a la luz de la eternidad y nuestra vida ya tendrá un nuevo sentido.
La vida espiritual será real como la vida material y seremos verdaderamente felices.
Estamos viviendo en el siglo XX y nos preguntamos:¿el hombre modernos realmente es feliz? Evidentemente no, con todos sus adelantos y comodidades.
Nuestra civilización, de la cual algunos se sienten erróneamente orgullosos, nos ha llevado por caminos falsos y nos acercamos cada vez más al desastre que es la desintegración total de la familia y la sociedad
¿Qué valor tienen las grandes conquistas científicas frente a la desnuda realidad de un hombre actual desintegrado? ¿De qué valen los viajes espaciales, las drogas milagrosas, las técnicas más avanzadas, si en último término, no han contribuido a nuestro equilibrio interior, ni a disminuir el odio y el temor que hoy envuelve al mundo?
El hombre ha traicionado su verdadera esencia y se ha apartado de su Creador, ha alterado la escala de valores y a olvidado metas primordiales.
Ahora bien, ¿cuál es el camino para que el hombre para que el hombre se encuentre a sí mismo, para que en última instancia sea feliz? Primeramente dar lugar preponderante a los valores espirituales y no olvidar que nuestra mente en todas sus manifestaciones debe estar necesariamente supeditada a esos valores. En segundo término volver a tomar contacto con Dios del cual se ha apartado hace siglos, pagando muy caro el inevitable tributo a este gran error.
El hijo pródigo abandonó su hogar y a su padre para buscar y encontrar la felicidad en los placeres del mundo, pero al no encontrarla volvió a sí mismo y a su padre y a su dulce hogar.
Si deseas tener verdaderamente la felicidad acude a Cristo y te dará su gozo.
Sarkis Tchobanián
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