Santiago describe con precisión las contiendas entre los cristianos en los términos de guerras y pleitos. Muy seguido, las batallas que ocurren entre los cristianos son amargas y severas.

Santiago deja claro que esta manera contenciosa viene de sus pasiones. La razón por la que estos deseos destructivos existen entre los cristianos es porque no buscan a Dios para que satisfaga sus necesidades (porque no pedís). Santiago nos recuerda el gran poder de la oración, y el motivo por el que uno puede vivir innecesariamente como un indigente espiritual: simplemente por no orar, o no pedir cuando ora.

Después de tratar el problema de la falta de oración, ahora Santiago trató el problema de la oración egoísta. Estos, cuando se pide, pero con motivos puramente egoístas.

Luego Santiago reconoce que nosotros no podemos ser amigos del sistema del mundo, que está en rebelión contra Dios, y ser amigos de Dios al mismo tiempo.

Más adelante se nos recuerda que la  gracia de Dios solo llega a los humildes. Y se da la clave para resolver los problemas de la carnalidad y los pleitos que ocasiona, que es resistir al diablo. Y si lo hacemos se nos promete que huirá de nosotros.

Luego tenemos la promesa de que Dios se acercará a nosotros en tanto que nosotros nos acerquemos a Él, humillándonos apropiadamente ante su presencia. Entonces Él nos exaltará, debido a que «Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes», y la gracia —el favor inmerecido de Dios— siempre nos exaltará.

El humillarnos y el ponernos bien con Dios debe resultar en ponernos bien con los demás. Cuando estamos bien con los demás, se mostrará en la forma en la que hablamos acerca de ellos, sin murmurar ni hablando mal de los hermanos.

Finalmente Santiago vuelve a la idea de que la fe genuina se demuestra con la acción, reconociendo lo que es bueno, por tener los sentidos ejercitados y luego poniéndolo en práctica.

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Escuela Bíblica IBEW
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