Castillo fuerte es nuestro Dios (en alemán Ein feste Burg ist unser Gott) es un himno compuesto por Martín Lutero en 1529 que ha sido traducido a varios idiomas. El texto tiene sus bases en el Salmo 46, y la melodía fue utilizada de manera magistral por Felix Mendelssohn, quien la incorporó en el último movimiento de su quinta sinfonía.
El mensaje del himno nos inspira a confiar en Dios, aun en las circunstancias más difíciles de la vida.
«Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.» (Salmo 46:1)
Castillo fuerte es nuestro Dios,
defensa y buen escudo.
Con su poder nos librará
en este trance agudo.
Cada estrofa es un manifiesto teológico en sí mismo, pues no le resta un ápice a su fuente bíblica, a la que contextualiza intensamente en la coyuntura que le tocó enfrentar, en los años de prueba sobre la solidez del movimiento que encabezó. Si el salmo enfatiza la manera en que es posible superar el temor ante cataclismos naturales (“Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,/ y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas,/ Y tiemblen los montes a causa de su braveza” (vv. 2-3), Lutero traslada esa confianza a la requerida para enfrentar la oposición contra la Reforma, sin olvidar su propio enfoque de la misma, con la óptica religiosa del momento:
Con furia y con afán
acósanos Satán,
por armas deja ver
astucia y gran poder;
cual él no hay en la tierra.
La fuerte oposición y rechazo que había generado el cambio religioso desde el papado, la Curia romana, el emperador de Alemania y los príncipes, constituía una barrera aparentemente insalvable para mantener la fe, la confianza y la convicción para seguir adelante.
Por ello, si “Dios está en medio de ella; no será conmovida./ Dios la ayudará al clarear la mañana” (v. 5). Lutero visualizaba el apoyo y sostén divino por el que, si el movimiento era algo producido por el propio Dios, se mantendría y se encaminaría para dar los resultados que Él quisiese. De ahí proceden las afirmaciones de la segunda estrofa:
Nuestro valor es nada aquí,
con él todo es perdido;
mas por nosotros pugnará
de Dios, el escogido.
Sabéis quién es Jesús,
el que venció en la cruz,
Señor de Sabaoth,
y pues Él solo es Dios
Él triunfa en la batalla.
Sabaoth representa la lucha militar frontal, la batalla frente a los enemigos más recalcitrantes. Podríamos hablar aquí ampliamente de la Contrarreforma como un proyecto de respuesta variada y plural al movimiento reformista, pero hay que matizar cualquier observación.
La tercera y la cuarta estrofa desglosan la confianza existente para afrontar los más aciagos momentos que acechaban la lucha reformista, pero con un acento tan confiado y exaltado, que ha llegado hasta nuestros días.
Aunque estén demonios mil
prontos a devorarnos
no temeremos, porque Dios
sabrá aún ampararnos.
Que muestre su vigor
Satán, y su furor;
dañarnos no podrá,
pues condenado es ya
por la Palabra Santa.
Una afirmación de fe consistente con el mensaje bíblico relacionado con la manera en que Dios ha contenido ya la fuerza rebelde de Satán.
Y, por último, la obligada referencia a la fuerza de la Palabra divina, principio moral y material de la Reforma en todas sus formas, no deja de subrayar la fe de la Reforma, viva y basada en donde debe basarse siempre, recordando las palabras de Isaías 40:8, con crítica profética de por medio:
Sin destruirla dejarán,
aun mal de su grado
esta Palabra del Señor;
Él lucha a nuestro lado.
Que lleven con furor
los bienes, vida, honor,
los hijos, la mujer…
todo ha de perecer…
De Dios el Reino queda.
Nada puede valer nada al lado de la Palabra, del Reino del Evangelio de Jesucristo: cualquier bien, vida u honor es nada al lado suyo, la causa suprema de la Reforma. En eso consiste la auténtica fe de la Reforma, que le da sentido a nuestra propia fe, hoy y siempre.
Fuente: Canal de Youtube Ministerios en Contacto









