Este período en el que la incertidumbre impera en el mundo, nos lleva a pensar que siempre el camino de la vida es incierto, porque no sabemos cuál será su extensión y recorrido en esta tierra. La única certeza que tenemos es la salvación en Cristo Jesús, por lo que nuestros pensamientos y actos deben ser consistentes con esa realidad y no desenfocarnos de ella, porque un día daremos cuentas. Y entonces, qué diremos?
En los puntos de inflexión en la vida, esos momentos o situaciones que suceden de forma absolutamente inesperada y, a raíz de los cuales surgen cambios a los que debemos adaptarnos; necesitamos obligadamente hacer un alto y salir de nuestra zona de comodidad. Tales son los acontecimientos inéditos que vivimos actualmente, que nos limitan en la interacción personal y como seres sociales que somos, la necesitamos para desarrollarnos.
Lejos de paralizarnos, es más que oportuno revisar, resignificar y renovar nuestros modos de actuar, de tener, de hablar…, de vivir conforme al propósito para el que fuimos creados y hechos salvos.
Seguramente estamos abrevando en la palabra de Dios con mucha necesidad, ya que el pronto auxilio para reflexionar siempre lo encontramos en ella.
«Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos.” Jeremías 6:16
En este pasaje, Dios a través del profeta nos dice que debemos detenernos, observar y preguntar por las sendas antiguas que nos indican el camino. Significa volver a mirar la profundidad divina y hacia arriba clamando por la bendición de lo alto. Si desviamos la mirada estaremos perdiendo la oportunidad de aprender, respecto de cómo andar y encontrar descanso.
Volver a la senda antigua es zambullirnos en la Palabra de tal forma que el Espíritu produzca efectos permanentes en las vidas, que nos lleve nuevamente al centro del encuentro con la revelación¸ alentándonos a abandonar la mundanalidad y la tibieza en la que, tal vez incurrimos por la influencia de corrientes de pensamientos o distracciones que nos contaminan, aun sin darnos cuenta.
Escoger los malos caminos nos llevaría a la sequedad o muerte espiritual. Necesitamos la corrección y amonestación para caminar en rectitud y santidad, viviendo de un modo que honre a Dios y nos permita disfrutar de la gloria venidera para su iglesia. Eso solamente sucede cuando tenemos una dependencia absoluta del Espíritu Santo; entonces, nuestra alma reposará .
Estamos siendo probados y hemos decidido sin dudas, crecer personal y espiritualmente, lo que implica enfrentarnos al agotamiento que provocan las emociones y sensaciones propias de nuestra humanidad.
Pero cualquieras que sean las dificultades, vale la pena, porque no estamos solos. El descanso que ofrece el texto de Jeremías 6:16, tiene un paralelo en Mateo 11:28-30, donde Jesús nos dice:
“ Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Jesús está diciendo, no vivan angustiados y preocupados. Vengan a mi, y descansarán. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy manso y humilde de verdad. Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir, ni es pesada la carga que les hago llevar. Qué estímulo a aprender de Aquel que enseñó y dió ejemplo de mansedumbre.
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Mateo 5:5
La palabra mansedumbre en el NT refiere a una actitud interior, una fortaleza que irradia de un modo que los demás lo perciben. Es parte del fruto del carácter semejante al de Cristo, producido solamente por el Espíritu Santo, podemos leerlo en (Gálatas 5. 22-23). Los mansos no se resienten ante la adversidad e injusticia, debido a que aceptan todo como efecto del sabio y amoroso propósito de Dios para ellos.
Jesús, el manso por excelencia nos habla del yugo, imagen de sujeción. Nos ofrece descanso de los trabajos y cargas y usa esta imagen para referirse a la obediencia y compromiso que Él exige de quienes lo seguimos. “Venid a mí…” Qué amoroso es el Señor, siempre nos convoca, velemos en todo tiempo para que esa voz no se apague en nuestro corazón.
Por tanto, redimiendo el tiempo, porque los días son malos. (Efesios 5.16), estemos despiertos permaneciendo mansamente a sus pies recordando las palabras de Juan 14:6 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al padre, sino por mí” En comunión con Él, comprobamos que su yugo no es duro y opresivo, pero exige de nuestra parte, caminar a su paso. Su dulce compañía es la que nos trae la paz, y la seguridad y ánimo seguir adelante.
Es por eso que el apóstol Pablo puede decir: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó la buena obra en ustedes la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” – Filipenses 1:6
Permanezcamos momento a momento en comunión con Él, absorbiendo la mansedumbre de su corazón. Esto requerirá nuestro esfuerzo decidido y consciente, pero con la certeza de que “… los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz “.Salmos 37:11
Tengamos siempre presente que el Señor está obrando y cumplirá su propósito en nosotros!
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