Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,

para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

(Mateo 5:16)

Hay dos personas en el nuevo testamento de quienes las Escrituras mencionan testifican como varón bueno: José de Arimatea (Lucas 23:50) y otro José «llamado de los apóstoles por sobrenombre Bernabé» (Hechos 4:36; 11:24).

Ningún hombre en el Antiguo Testamento fue calificado como «bueno». Se hace mención de los tales en los Salmos y Proverbios como hombres ideales, pero sin referirse a ninguna persona determinada.

Dios se nos revela como Bueno, «que hace que su sol salga sobre malos y buenos» y nos invita a imitarlo: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os ultrajan y os persiguen… para que seais hijos de vuestro Padre que está en los cielos.

¿Cómo, siendo nosotros malos, podemos asemejarnos al Dios Bueno? Permitiendo que su carácter se manifieste en nosotros. ¿Cómo es posible esto? «Que habite Cristo por la Fe en nuestros corazones» (Efesios 3:17) ¡he aquí el secreto! El carácter de Dios se manifestará en nosotros en la medida que Cristo sea formado en nosotros y esto depende de nuestra comunión con El.

José de Arimatea, con su delicado gesto y consideración hacia el cuerpo del Señor Jesús y su desprendimiento de su propio sepulcro para que El fuese sepultado, fue llamado «varón bueno».

Bernabé vendió una heredad y trajo el precio a los pies de los apóstoles, para consuelo de innumerables seres. Tal era su amor al Señor que pudo regocijarse en el trabajo efectuado por otros, y su comportamiento y actuación allí condijeron las almas más cerca del Señor. Las escrituras nos dan la razón porqué él fue calificado como bueno, pues reflejó algo del carácter de su Dios.

En nuestra actuación y servicio para el Señor, ¿cuánto podemos reflejar de la semejanza de Cristo? ¿somo reconocidos como buenos para gloria de Dios?

Extracto del libro «Agua Viva» – Jorge Mereshian

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