UNA VIDA AFANOSA SE OPONE A UNA VIDA DE COMUNIÓN CON DIOS
El ritmo de vida actual nos lleva a estar excesivamente ocupados por compromisos laborales, sociales, familiares, e incluso con la iglesia. Todo esto junto puede provocarnos serios trastornos.
¿Tendrá la Palabra de Dios algún mandamiento a considerar para superar situaciones similares tan perjudiciales para nuestra salud física, psíquica y también espiritual? Absolutamente sí. Y es muy práctica y eficaz.
Filipenses 4:6-7 dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
Pablo escribió esta bellísima carta remitida a los “santos en Cristo Jesús que están en Filipos” mientras estaba preso en Roma por causa del evangelio. En total fueron cuatro epístolas desde la prisión: Filemón, Colosenses, Efesios y Filipenses.
Unos diez años antes había comenzado la obra evangelizadora en Filipos junto a Silas. Allí conoció a Lidia, una vendedora de púrpura a quien el Señor abrió el corazón, siendo posiblemente el primer fruto cristiano en esa ciudad; también conoció al mismo carcelero que le custodiaba en prisión, pero luego de que Dios con un gran terremoto abriera las puertas de la cárcel, allí también abrió las de su corazón y de toda su familia.
Pablo tenía un entrañable afecto para los hermanos de Filipos, y lo demuestra en sus palabras “hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.” (v. 4:1)
Esta carta tiene una particularidad muy destacable. A pesar de haber sido escrita desde una prisión, no se encuentra ninguna queja, ningún reproche, ninguna incomodidad de parte de Pablo. Todo lo contrario, irradia gozo, paz y seguridad. Es el presidiario que anima y consuela a los que están en libertad.
Concepto de “afanosos”: Qué entendemos por “afanoso” o su raíz, “afán”. Según el diccionario es “Esfuerzo o empeño grandes. Deseo intenso o aspiración de algo.” Sin embargo, la palabra utilizada en el original griego tiene una definición mucho más amplia: “estar ansioso de, tener un cuidado que perturba.”
¿Qué cosas nos producen afán? ¿Qué nos inquieta? ¿Qué nos perturba?
La vorágine de la vida actual, el trabajo, los compromisos laborales, sociales, la familia, la iglesia. Todo es un combo de situaciones que nos atrapa, nos exige y estamos inmersos en ese remolino y no hay forma de poder salir. No damos abasto. No nos alcanza el tiempo, y eso nos preocupa.
Pablo escribe a los filipenses diciéndoles: “Por nada estéis afanosos…”, en otras palabras, no se inquieten por nada. Él debería ser el más afectado por la ansiedad. Estaba privado de su libertad y llevaba ya bastante tiempo. Sin embargo, él es el que anima a los hermanos a no estar preocupados ni afanosos.
La dilatada experiencia del apóstol en su ministerio pastoral y evangelístico le da plena autoridad para decir: “sean conocidas vuestras peticiones delante del Señor…”
Esa es la clave para el triunfo sobre esta “epidemia moderna” que nos afecta. Estamos tan ocupados que no tenemos tiempo para estar en intimidad con nuestro Señor y darle a conocer nuestras peticiones. No porque el Señor las ignore, sino por nosotros, que necesitamos la comunión con nuestro Señor para presentarle nuestros problemas y circunstancias.
Con frecuencia decimos: “No tengo tiempo, ando a mil”. No encontramos en ningún lado en la Palabra de Dios que el cristiano debe «andar a mil». El Señor jamás anduvo a esa velocidad, sin embargo, atendía a todos, cumplió con su ministerio totalmente y no dejó nada pendiente y siempre tenía su tiempo reservado para estar en íntima comunión con su Padre.
¿Será que le ocultamos a nuestro Dios nuestras peticiones porque ya sabemos su respuesta? Por eso procedemos en independencia de él.
Forma correcta de presentar nuestras peticiones:
- a) Oración: Es el medio por el cual podemos dirigirnos a nuestro Dios Padre mediante el Señor Jesucristo. “nadie viene al Padre, sino por mí.” Disponemos de la plena libertad para hacerlo. Somos sus hijos, y por medio de la oración primero le adoramos y reconocemos su soberanía y luego pedimos por nuestros temas cotidianos y generales. Dependemos en todo de su gracia y misericordia.
- b) Ruego: Oración por temas específicos y puntuales. Rogamos al Señor con la confianza que nos dará conforme a su voluntad la cual siempre será lo mejor que nos provea.
- c) Acción de gracias: Ser agradecidos. No hay nada más ofensivo que ser desagradecido por algún favor recibido. Nosotros mismos decimos “ni si quiera me dijo gracias…”
Resultado: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”
Solo una letra une el versículo 6 y el 7. Esa “Y” nos marca el resultado de haber llevado ante Dios nuestras peticiones de ansiedad. Es decir, como consecuencia de esto, Él actúa en nuestros corazones y pensamientos.
Es una fuente de paz que Dios guarde nuestros corazones, pero ¡qué seguridad que guarde nuestros pensamientos! Esa “fábrica” que tanto hacemos trabajar y en la que elaboramos muchas cosas que no nos convienen. En Cristo tenemos el perfecto resguardo en paz.
Es una realidad que estamos inmersos en este sistema perverso que nos afecta emocional y espiritualmente por la cantidad de ocupaciones, presiones y compromisos que nos rodean y atrapan, pero esto no debe afectarnos en tener una plena comunión íntima con nuestro Señor. Necesitamos que Él resguarde nuestros corazones y nuestros pensamientos para que, a pesar de lo que nos rodea, podamos disfrutar la verdadera paz en Cristo Jesús.
Acerca del Autor
