Un camino que se recorre con el corazón
¡Abordar el tema del maestro es muy sensible! Fui maestra y sigo siéndolo. Es una misión atemporal que se concreta en el oficio- servicio de enseñar y aprender; siempre en un continuo y renovado presente que se convierte en un modo de vivir. Todos somos maestros y alumnos, cada uno tiene la facultad de realizar su proceso de enseñanza- aprendizaje durante toda la vida.
El maestro necesita una capacitación que acredite su condición para educar, guiar, conducir, formar, instruir. Educamos en conocimiento, valores, hábitos, etc., situados en las propuestas pedagógicas y el marco ético- cultural propios de cada época y sociedad.
Este es el escenario de la noble y gigantesca tarea que nos permite desarrollarnos como seres sociales que somos. Sin embargo, para el maestro cristiano el conocimiento de los hombres es necesario, pero no suficiente. Solo estará completo si está sujeto e inspirado por la autoridad del Maestro por excelencia: Jesús.
El estudio académico debe anclar en las Verdades Divinas que trazan el camino hacia la sabiduría. Jesús enseñaba con autoridad, humildad y amor. Donde fuera y a quien quisiera oírlo. Enseñanzas sencillas y profundas. Mediante parábolas, símbolos, narraciones, y cualquier recurso que le permitiera expresar su mensaje de la mejor forma, tomando ejemplos de la vida cotidiana y llevándolos a la enseñanza en un lenguaje accesible para aprender en este mundo con una visión eterna.
Trayendo estos pensamientos al momento actual, escogí una reflexión extraída de “Lecturas vespertinas”. En esta, Charles H. Spurgeon nos exhorta a ser buenos maestros y nos da la clave para vencer las dificultades y mejorar cada día.
“¿ENTIENDES LO QUE LEES?” Hechos 8:30
“Seríamos maestros más capaces y menos propensos a ser llevados por todo viento de doctrina , si practicáramos tener una comprensión más inteligente de la Palabra de Dios. Como el Espíritu Santo, Autor de las de las Escrituras, es el único que nos puede iluminar correctamente para entenderlas deberíamos constantemente suplicarle que nos instruya y nos guíe a toda verdad.
Cuando el profeta Daniel deseaba interpretar el sueño de Nabucodonosor, ¿qué hizo?, rogó fervientemente para que Dios le revelara la visión. El apóstol Juan en su visión en Patmos vio un libro sellado con siete sellos que ninguno era digno de abrir ni mirar. El libro fue más tarde abierto por el León de la Tribu de Judá, quien prevaleció para abrirlo. Pero está escrito primero: “Yo lloraba mucho”. Las lágrimas de Juan, que eran sus oraciones líquidas, fueron para él las sagradas llaves que abrieron el libro cerrado. Por tanto, si para tu provecho y el de otros, deseas ser “lleno del conocimiento de la Voluntad de Dios en toda sabiduría y espiritual inteligencia” (Col. 1:9), recuerda que la oración es el mejor método de estudio.
Como Daniel entenderás el sueño y su interpretación, cuando hayas buscado a Dios; y como Juan verás los siete sellos de preciosa verdad desatados, después que hayas llorado mucho. Las piedras no se rompen, sino con fuertes martillazos, y el rompedor de piedras debe estar de rodillas, usa el martillo de la diligencia y dobla tus rodillas en oración; y entonces no habrá en la Biblia una doctrina que te sea útil entender que no se aclare bajo el ejercicio de la oración y de la fe. Ante el poder de la oración ceden las más grandes dificultades. Las reflexiones y los razonamientos son como simples cuñas, pero la oración es como una poderosa palanca que abre el cofre del sagrado misterio para que nos apropiemos de los tesoros que contiene.”
¡Qué grandiosa seguridad! Como maestros debemos ser humildes, de rodillas dobladas e inquebrantable fe, conocedores de la Palabra, obedientes y comprometidos. Para obtener los tesoros de la sabiduría y la inteligencia espiritual, expandiendo por sobre todo el Amor desde nuestro corazón, enseñemos con la paciencia y sencillez de Nuestro Señor Jesús.
Amados maestros, ¡¡Feliz día!! No desfallezcamos, ya que la misión es grande y el resultado aún mayor, en el tiempo perfecto de Dios. Él comenzó la Obra y es el fiel en completarla. Amén.
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