En el mes de la Biblia meditamos sobre ella y recordamos que es la Palabra del Señor y permanece para siempre; que convierte el alma y hace sabio al sencillo; que alegra el corazón, alumbra los ojos y da entendimiento y paz; que limpia el camino y da gozo y alegría al corazón; que es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu; que es útil para enseñar, para redargüir, para corregir e instruir en justicia.
La Biblia ofrece a sus lectores información vital y segura. Esta obra contiene sesenta y seis libros, escritos por cuarenta autores diferentes en un período de aproximadamente mil seiscientos años.
Su inspiración común es divina y su coherencia excepcional.
La Biblia es tan actual hoy como el día en que se escribió su primer capítulo. Hace retrato del hombre tal como es, una descripción inflexible.
Ella explica su origen, la naturaleza de sus problemas, su destino. Pero, sobre todo, comunica el mensaje esencial de Dios, la buena nueva de su amor, resumida en este versículo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
Con esto en mente, debemos intentar que no sea un libro más para ti y para mí, que no quede sólo en la lectura sino que podamos llevarla a la práctica, para que seamos “hacedores de la Palabra y no tan solamente oidores.” (Santiago 1:22).