
Esta escultura lleva por nombre «El vació del alma» y me llevo a la siguiente reflexión:
– No hay que ser muy iluminados para darnos cuenta de que el escenario de la humanidad ha cambiado drásticamente en apenas horas; la vertiginosidad del contagio de este nuevo virus (COVID-19), y su exponencial propagación a nivel mundial, nos ha llevado a estar viviendo de una manera que nunca hubiéramos imaginado. Las cifras de muertos y contagiados quedan atrasadas cada hora que pasa. Desde hace unos días siento como que estoy en medio de una película al mejor estilo de Hollywood; es muy feo despertar cada mañana pensando en lo que los medios nos pueden llegar a anunciar sobre los avances de la enfermedad, es muy difícil apartar del pensamiento la preocupación por la familia y los seres queridos.
Es tremendo salir a la calle y sentirte como un extraño, ver gente pero que ellos no te vean, hay una atmósfera de terror en el aire que nos afecta a todos y lo modifica todo. – Creo que el error más grande que los hombres podrían cometer por estos días sería no reconocer la fragilidad y limitación de la raza, estamos viendo como las economías se desploman, no existen límites geográficos o sociales, el virus sigue avanzando y a su paso llena el espacio de oscuridad y el aire de gran incertidumbre. Quizás sea el temor que se ha instalado en muchos corazones y la falta de certezas lo que en estos días haga al hombre buscar en algún rincón voluntariamente olvidado; quizá muchos llenos de preguntas sin respuestas puedan ver el vacío en su interior y lleguen a pensar nuevamente en Dios, el que siempre ha tenido la respuesta para la humanidad y puede traernos paz en medio de los acontecimientos actuales.
Joel 2:12-13 «Ahora bien —afirma el SEÑOR—, vuélvanse a mí de todo corazón,… Vuélvanse al SEÑOR su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor,…»
Acerca del Autor

Fabián L.
Misionero en Viedma.
Río Negro - Argentina