En el Salmo 142 vemos cómo David se quedó atrapado en una cueva. Algunos creen que esto fue, cuando huyendo del rey Saul, quien deseaba matarlo (1° Samuel 22:1), estaba en la cueva de Adulam. ¡Cuántos problemas y personas peligrosas lo perseguían!
Confinado por las circunstancias y abrumado por el peligro, acudió a Dios en busca de ayuda. David estaba atemorizado y derramó su queja delante de Dios, «Delante de Él, expondré mi queja; delante de Él manifestaré mi angustia» (v.2) ¿Y nosotros? ¿A quién buscamos en medio de nuestras angustias? Él se sintió solo y abandonado, así que clamó a Dios, «Con mi voz clamaré a Dios, con mi voz pediré a Dios misericordia… pues no hay quien me quiera conocer; no tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida. Clamé a ti, Oh Dios, dije: Tú eres mi esperanza y mi porción, en la tierra de los vivientes» (v. 2, 4 y 5).
Nosotros nos sentimos muchas veces solos, pese a estar rodeados de mucha gente, pero… ¿Acaso no es Él nuestra porción en la tierra de los vivientes? «Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes» (Sal. 27:13) Su situación era tan desesperada, que suplicó a Dios que le rescatara «Escucha mi clamor(…) líbrame de los que me persiguen…» (v.6) !Cuántas veces nos sentimos débiles, sin fuerzas, rodeados de enemigos y sólo nos resta clamar al Señor que nos libere!
¿Qué cueva nos rodea?
¿Una cueva de circunstancias que nos sobrepasan? Nuestro control deja de ser nuestro y estamos confundidos, convirtiéndonos en un complicado puzzle dificil de componer.
¿Una cueva de temor? No puedo enfrentar situaciones y decisiones porque no estoy preparado y tengo muchas cargas. !No puedo más! Pero 1° Juan 4:18 nos dice: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor» ¿Acaso no sabemos que si tenemos el amor del Señor, el cual nos cobija y protege, Él nos ayuda a quitar ese temor?
¿Una cueva de ansiedad? Es una de las cuevas que más afecta a las personas hoy. !Cuánto nos afanamos y preocupamos por cosas de este mundo, y aún dentro de la misma obra! Nuestro Padre en Fil. 4:6-7 nos da una receta que nos ayuda a salir de esta cueva. Dejar de afanarnos y volcar todo a Él en oración con agradecimiento, así esa paz que solo viene de Él guardará nuestros corazones y pensamientos en Cristo.
¿Una cueva de preguntas sin respuestas? ¿Por qué estoy aquí encerrado y cuestionando lo que me pasa? ¡Cuántas preguntas sin respuesta! Y pensamos… ¿Por qué Dios guarda silencio? ¡No soporto este silencio! Necesito respuestas para poder salir de aquí; pero su voz nos dice: «Que en quietud y en confianza sea vuestra fortaleza» (Isaías 30:15)
¿Estamos en la cueva de falta de gozo? ¿Estás desanimado por las luchas de la vida cristiana y has olvidado el gozo de la fe? ¿Acaso el ángel no les dijo a los pastores: «No temáis porque he aquí os doy nuevas de gran gozo que será para todo el pueblo, que os ha nacido hoy un Salvador que es Cristo el Señor»? Desde esa época ya fue anunciado el gozo en nuestras vidas… ¿Acaso no nació Él en nosotros para siempre? Deberíamos regocijarnos siempre, pues Él nos saca de la cueva y debe ser nuestro clamor el mismo del Salmo 51: «Vuélveme el gozo de tu salvación»
¿Estamos en la cueva de la desobediencia? ¿No será que por falta de obediencia estamos allí? Piensa… Muchas veces nos sucede por nuestra arrogancia, orgullo, prepotencia, nos metemos en ese pozo por quitar nuestros ojos del Señor y confiar en nuestras fuerzas. Caemos en ese pozo por falta de obediencia, ¡pero Él es tan bueno que nos rescata, restituye y alienta a seguir pese a nuestras actitudes! Pensemos que nuestra cueva, si bien es oscura, tiene un final lleno de luz y claridad si nos aferramos a Él.
Así que te animo a que tomes su mano nuevamente, y confíes en que solo Él tiene el poder para sacarte. Que puedas caminar junto a Él y recuperar el gozo y la paz que nos promete. Que sea nuestro clamor constante: «Vuélveme el gozo de tu salvación» (Sal. 51:12)
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